Muchos adolescentes tienen cierto gusto por tomar bebidas alcohólicas, pero lo que muchos de estos ignoran es que beber con frecuencia afectará a la larga su corazón e hígado, pero también les causará problemas cerebrales.
Si bien es cierto que antes creíamos que las borracheras dejaban a los adolescentes fuera de combate temporalmente, hoy la ciencia confirma que el alcohol provoca mucho más daño al cerebro de los adolescentes y causa lesiones mayores que en el cerebro de los adultos.
El cerebro de los adolescentes está en crecimiento y está diseñado para aprender, pero la misma adaptabilidad que lo ayuda a crecer también lo hace vulnerable a los efectos dañinos del alcohol, que a poco de ser ingerido produce un impacto negativo.
El alcohol es soluble en el agua y se extiende rápidamente por el flujo sanguíneo y el cuerpo: el sistema nervioso central resulta afectado provocando dificultades en el habla, visión borrosa y pérdida de equilibrio, y cuando una cantidad importante llega a los lóbulos frontales, desaparece la capacidad de razonamiento.
Los adolescentes son capaces de tomar mucho y creen que pueden controlarlo. Sin embargo, más tarde el cerebro sufrirá los efectos. Muchos de los daños asociados al exceso de alcohol ocurren durante una pérdida temporal de la conciencia. Y los adolescentes son propensos a la pérdida de conciencia por su capacidad de seguir consumiendo licor a niveles que desmayarían a un adulto.
Una de las dos zonas cerebrales afectadas por la ingesta excesiva de licor en la adolescencia es el hipocampo, crucial para el aprendizaje y la memoria.
Además, el alcohol también parece provocar daños graves en zonas frontales del cerebro adolescente vitales para controlar los impulsos y reflexionar sobre las consecuencias de las acciones, capacidades de las que carecen muchos adictos y alcohólicos. Por ello, cuando más joven se empieza a beber, mayores serán los problemas con el alcohol en el futuro.
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