Cuando tenía 4 años, Margaret Wegner, sufrió una caída y el lápiz de ocho centimetros que tenía en la mano transpasó por una mejilla, introduciendose en su cerebro.
"El lápiz perforo mi piel y desapareció en mi cabeza. El dolor desde entonces me ha tenido como loca", afirmó la mujer.
En aquel entonces no existía la tecnología para retirar sin peligro el lápiz, así que Wegner tuvo que vivir con él y los dolores de cabeza crónicos y el sangrado de la nariz que le acompañaron durante las próximas cinco décadas y media.
El viernes, el doctor Hans Behrbohm, un otorrinolaringólogo de la berlinesa Park-Klinik Weissensee, pudo utilizar una moderna técnica para identificar el lugar exacto del lápiz y poder determinar los riesgos de su extracción, tras lo cual extirpó la mayor parte del objeto.
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