La alcachofa es la parte floral de la alcachofera (Cynara scolymus), una variedad de cardo propia de climas templados. Sus partes comestibles son tanto el receptáculo floral (corazón) como las hojas carnosas que la rodean.
Esta hortaliza se conoce desde la antigüedad. De hecho, griegos, cartagineses y romanos la consumían ya en el sigo IV a.C. En Europa su origen se ubica en una amplia zona de la cuenca mediterránea, en el sur de Turquía y Siria. Pero las variedades más conocidas en la actualidad se deben a los horticultores italianos del S.XV, y su mayor fama culinaria se remonta al S.XVI, cuando su consumo se extendió a otros países europeos como Francia y España. Desde entonces podemos saborear esta deliciosa hortaliza, que tiene su mejor época durante los meses de primavera.
Una hortaliza con muchas propiedades
La alcachofa es una hortaliza cuyo consumo proporciona gran cantidad de beneficios. Es diurética, saciante, rica en minerales y vitaminas. Mejora la función renal y hepática, facilita la digestión de grasas y ayuda a controlar los niveles de colesterol en sangre.
Su composición nutritiva se caracteriza por un elevado contenido de fósforo, sodio, hierro, potasio y calcio. Entre las vitaminas, destaca la B1, B3 y la vitamina C; y además, tiene un alto porcentaje en fibra que favorece el tránsito intestinal.
La alcachofa carece prácticamente de grasas (0,12%) y, al igual que el resto de las verduras, contiene pequeñas cantidades de hidratos de carbono (2,90%) y proteínas (2,40%). Esto hace que su aporte calórico sea bastante bajo: 21,56 kcal/100 g.
¿Cómo puedes cocinar una alcachofa?
A la hora de escoger, debes tener en cuenta que las alcachofas de mayor calidad y frescura son aquellas que pesan más y que tienen las hojas bien apretadas.
Se pueden preparar de múltiples formas: al horno, guisadas, cocidas y aderezadas, fritas, rebozadas, rellenas, con arroz, como ingrediente de menestras, a la plancha, braseadas.
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