En épocas de poca consideración hacia la capacidad femenina, y hasta que Evita decide impulsar un proyecto revolucionario y convocarlas a luchar por sus derechos cívicos, las mujeres habían sido destinadas al trabajo excluyente de amas de casa...
Era normal que la mujer se dedicara exclusivamente a las tareas del hogar y a la crianza de sus hijos, aferradas a la institución del matrimonio y obligadas, casi por convención, a abandonar sus carreras de estudio o trabajo.
A partir de 1951, cuando todas las mujeres al fin pudieron votar y ocupar una importante cantidad de bancas en el Congreso y en el Senado, el rol cambió definitivamente. Las amas de casa, tomaron un parte importante de las riendas y comenzaron a ganar territorio en el ámbito laboral.
La institución del matrimonio cambió de forma y las responsabilidades femeninas tendieron a igualarse con las masculinas. El nivel de formación de la mujer aumentó y con él, la importancia de sus funciones.
Tal fue la revolución, que hoy en día el trabajo de la mujer, se ha duplicado con respecto al del hombre. La labor de un trabajo asalariado, no ha reemplazado a la tarea del hogar, sino que se ha sumado, aunque se ha convertido en un obstáculo en la competencia de igualdad con el hombre.
Una mujer que debe preocuparse casi en solitario de las tareas domesticas, ve dificultada la misión de cumplir con la misma pericia, en un mismo empleo. Sin embargo, y aunque no esté debidamente reconocido, nadie puede negar que el empeño de la mujer por cumplir con todas sus responsabilidades, es digna de reconocimiento y de valoración.
Se puede decir entonces, que la función femenina dentro de la consideración social, ha sido incrementada de compromisos y ha mostrado una evolución dinámica, respecto de la tarea masculina. Las mujeres deben cumplir con las labores hogareñas (sin contemplaciones) pero además deben obedecer a otras funciones adicionales, que muchas veces resultan estresantes, de por sí, para un hombre.
La crianza de los hijos, por otra parte, no supone una ventaja en el terreno laboral de la mujer. Es el caso de quienes abandonan temporalmente el empleo para tener un hijo (los primeros meses después del parto) y deben sufrir injustificadamente, para retomar su categoría profesional.
Si bien la formación ocupa un importante rol en el terreno laboral, también es cierto que las universidades albergan en su mayoría a mujeres, y que además, sus calificaciones promedio, son más altas que las de los hombres. Lo cual no se refleja en la cantidad de mujeres en los puestos de mayor jerarquía en empresas privadas y mucho menos en el mandato estatal.
En suma, la mujer sigue siendo la gran desfavorecida tanto dentro como fuera de casa. Ya de por sí el trabajo en el hogar no está remunerado pero, además, las mujeres también se encuentran con grandes discriminaciones en el ambiente laboral.
Todavía en la actualidad, además de observarse una clara diferenciación de retribución con respecto a trabajos "de igual valor", puede constatarse una tendencia a discriminar a la mujer, entre otros motivos, por razón de su embarazo. No por nada, una mujer soltera es mejor considerada, que una mujer casada...
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